
¿Qué quiere decir eso? Es tratar de resolver el intrincado acertijo de hasta dónde llega el “mundo” mundano y el mundo del cristiano. ¿Qué tanto nos debemos involucrar? Muchos creen que abogó por una secularización ecuménica de la cristiandad, yo creo que la explicación es más simple: le tocó vivir el experimento satánico Nazi. El nacionalsocialismo fue un ensayito no más de lo que el diablo tiene pensado para el futuro. Demostró con creces que la nación de hombres como Goethe, Bach, Kant y Lutero, la nación de las letras, de la filosofía, de la música, la cuna de la reforma del siglo XVI, la nación civilizada por excelencia, podía convertirse en una caterva de asesinos sin conciencia, sólo con unos pocos ingredientes: miedo, crisis económica y sentimientos de superioridad. No que todos los alemanes hayan participado de semejante atrocidad, pero de una u otra forma fueron víctimas y victimarios a la vez.
Delante de sus propios ingenuos y arios olfatos se gestó el peor de todos los genocidios, bueno, sin tener en cuenta el de Stalin, y el de los papas que se llevan los laureles, podría quedar en un honroso tercer lugar, medalla de bronce. Pero la vena rebelde de Dietrich no era gratuita, ni había surgido por generación espontánea como los mocos congelados en la nariz de un esquimal, no. El papá de Dietrich, Karl –todo alemán que se respete debe tener un Karl en la familia, como en Pereira tener un Jhon Jairo (sí, con la h después de la jota), era un neuropsiquiatra, o sea que era neurólogo y psiquiatra. No es que se pudieran pagar dos especializaciones en esos días, sino que eran más cortas y no había ICETEX –todavía no han aparecido los ginecopsiquiatras, tan necesarios que son.
Decía, que era neuropsiquiatra y que fue un abanderado de la lucha contra el plan T4 de Hitler. ¿Quieren saber que era eso de T4? Se van de espaldas. Ese era el programa de eutanasia programada del partido Nazi. Se llamaba T4 porque era uno de los programas de mostrar de los nazis, cuya cancillería quedaba en la Tiergartenstrasse 4. Según esta belleza de programa, era digno de la Alemania aria. Así como el negrito ciego del alcalde de Cali hizo un programa dizque de desayunito para las escuelas, los arios se jalaron este programononón que consistía en pasar al papayo, por pura “misericordia” a las personas "no-adecuadas "para vivir, eutanasia T4. Es decir, los desahuciados, los viejos pedorros, los terminales, los niños con síndromes raros, etc., etc., etc.
El programa empezó en Septiembre de 1939, justo cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Los médicos pasaron de ser guardianes de la salud, a ser matarifes del Estado. En realidad los argumentos éticos y pseudocientíficos de estos asesinos, sólo disfrazaban la razón básica de estas muertes: la productividad económica. Por eso usaban términos como “vidas onerosas” o “comensales inútiles” para describir a sus víctimas. Me acordé de una escena del libro Of Men and Mice de John Steinbeck, en la que un trabajador itiniterante, ya viejo, deja que otro mate a su perro, igualmente viejo, porque ya estaba viejo y cansado... lo mismo que él; es un momento de esos de la literatura que no se le salen a uno de la cabeza. Los métodos que usaban para matar eran la inanición, la inyección letal y nomelodigan la asfixia con cámaras de gas. Habían 6 lugares en Alemania para “invitar” a los no-útiles para pasar una fiestecita sorpresa. Uno de ellos era Brandemburgo. Ni pensar que Bach hiciera una colección de conciertos hermosos llamados los Brandemburgueses. Si no los han oído, no saben de lo que se han perdido. Al ministro de salud de Bavaria –no la cervecería de Julio Mario, sino la de verdacita- se le ocurrió la brillante idea de que también cabían en la definición de terminales, los que tenían alguna chaveta suelta o enfermos mentales y por su puesto, se podían encimar los retardaditos en paquetes de a media docena. Y así se hizo.
Luego todo este aparataje ideológico y técnico, fue trasladado hacia definiciones más acomodadas como la forma de la nariz, las cejas, el color de la piel... Por ahí derecho acomodaron a los gitanos, judíos y cualquier otro que no fuera ario puritopuritopurito. Y mientras la mayor parte de los cristianos organizados en iglesias se quedaron calladitos, como si estuvieran viendo una polilla bailando alrededor de un mata polillas eléctrico, el hijo de Karl, no. Había estudiado con Karl Barth –no confundirlo con Bart Simpson – pasó por Tübingen y por Berlín, y se unieron en el proyecto de la Bekennende Kirche, la Iglesia Confesional que se oponía a los principios nazis de superioridad racial e intolerancia, sólo con Biblias y unas ganas enormes de libertad. Los nazis habían logrado aprovecharse del vínculo tradicional que han tenido la iglesia y el estado en Alemania. Y lograron el apoyo de los llamados Cristianos Alemanes.
En el sínodo de Barmen, los “rebeldes” de la Bekennende Kirche, sentaron bases y desde entonces hubo una resistencia fortísima en Alemania en contra del régimen totalitario de Hitler. Se opusieron a la persecución a los judíos y la eutanasia del plan T4. Los argumentos Barthianos y Bonhoefferianos: la luz de la doctrina y la libertad del hombre. Estos teólogos establecieron principios para una nueva teología social, ortodoxa –enemigos de la “gracia barata” así como mi primo Josué Hernán- pero a la vez humana. El complot para derrocar a Hitler y el fallido intento de asesinarlo, de alguna manera fueron buenas excusas para acabar con la vida de un contradictor incómodo para Hitler y para el diablo, por supuesto. ¿Qué por qué les cuento esto? El orden del juicio es muy claro: juzga Dios, juzgan los ángeles, juzgan los seres de otros mundos. Nuestra hora de juzgar no ha llegado, pero sí la hora de ser juzgados.
Miren que fácil se deslizan los juicios humanos: Inocencio III empezó persiguiendo musulmanes y terminó persiguiendo albigenses cristianos. Hitler comenzó con un plan “misericordioso” de eutanasia y luego arrasó con 6 millones de civiles judíos. Los protestantes americanos están extendiendo la mano a través del abismo, las guerras preventivas están de moda. ¿Trata de definir terrorista? Cualquier contradictor puede terminar siendo tildado de terrorista. El mundo se está cocinando y listo para la mesa. ¿Quién puede ser más terrorista que un alucinado anunciando que el fin está cerca, que el juicio ha llegado, que el papa es una bestia y que la imagen de la bestia se está construyendo en los mismísimos patios de la Casa Blanca, con una amenaza en ciernes como nunca antes contra la Constitución Americana y un deseo enorme de “purificación”?
Al fin y al cabo la historia siempre se repite.
JIM
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