miércoles, 5 de mayo de 2010

EXTREME MAKEOVER

La doctrina de la resurrección tiene un fundamento bíblico sólido, está ligada íntimamente con las doctrinas de la naturaleza y el estado de los muertos. No pretendo debatir sobre la estructura doctrinal de esta enseñanza sino sobre un asunto más superficial. Llamémoslo una sana especulación sobre lo operativo. Encontramos que la muerte es la cesación de la actividad vital y el consecuente deterioro del componente material corporal. Este deterioro progresa desde la pérdida funcional hasta la completa destrucción celular. Posteriormente, sólo queda el remanente químico más resistente, huesos, que luego se deshacen en polvo, el cual es sujeto de dispersión. Esta secuencia en los mejores casos. Cuando alguien es incinerado o cremado, o si se lo come un tiburón ballena o si lo evapora una bomba atómica, todo sucede más rápido. Pero al final no queda nada.

La iconografía adventista siempre ha retratado la resurrección en el escenario de la tumba. La lápida, la tierra y los resucitados con saco corbata y tocado muy sonrientes y muy rosados. ¿Pero si el sujeto de resurrección se evaporó en Hiroshima, justo debajo del cono de calor a 3,000,000 ºC? ¿O Juan Hus, que feneció en las llamas por el maligno gusto de los papas de su época, y sus cenizas fueron dispersas? El hombre está hecho fundamentalmente de células y las células son estructuras nanomoleculares complejas construidas por un, no menos complejo, sistema de información-ensamblaje. De todos modos, lo esencial es la información. Ésta está contenida en el material genético conformado por el DNA y el RNA, o ADN y ARN si les gusta la sigla en español. El DNA matriz informática básica tiene, pues, toda la información necesaria de lo que es un ser humano, y no uno cualquiera, sino cada uno en particular. Luego el cuerpo del ser humano es en esencia información. Por lo tanto, para resucitar a alguien, corporalmente digo, debe haber un almacén de su información. ¿Dónde está? No lo sé, quizás en la mente de Dios mismo.

Hasta allí lo corporal, pero ¿qué de lo no corporal? Los pensamientos, las emociones, los recuerdos. Lo que llamamos mente. ¿Es la mente una categoría supramaterial? Algunos científicos como el Dr. Camilo Llinás, colombo-americano, una autoridad mundial sobre el asunto, ha presentado varias hipótesis. ¿Dónde están archivados nuestros recuerdos? Al parecer en la maraña de neuronas que componen nuestro cerebro hay circuitos sensibles de índole nanomolecular capaces de hacerlo. Eso quiere decir que lo inmaterial de nuestro ser tiene una impronta material. Lamentablemente, no se ha podido comprobar todavía. Si esto fuera así, querría decir que lo inmaterial en nosotros es también información y por lo tanto susceptible de archivo y recuperación.

Jaime Mejía., M.D.

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