miércoles, 5 de mayo de 2010

EXTREME MAKEOVER

La doctrina de la resurrección tiene un fundamento bíblico sólido, está ligada íntimamente con las doctrinas de la naturaleza y el estado de los muertos. No pretendo debatir sobre la estructura doctrinal de esta enseñanza sino sobre un asunto más superficial. Llamémoslo una sana especulación sobre lo operativo. Encontramos que la muerte es la cesación de la actividad vital y el consecuente deterioro del componente material corporal. Este deterioro progresa desde la pérdida funcional hasta la completa destrucción celular. Posteriormente, sólo queda el remanente químico más resistente, huesos, que luego se deshacen en polvo, el cual es sujeto de dispersión. Esta secuencia en los mejores casos. Cuando alguien es incinerado o cremado, o si se lo come un tiburón ballena o si lo evapora una bomba atómica, todo sucede más rápido. Pero al final no queda nada.

La iconografía adventista siempre ha retratado la resurrección en el escenario de la tumba. La lápida, la tierra y los resucitados con saco corbata y tocado muy sonrientes y muy rosados. ¿Pero si el sujeto de resurrección se evaporó en Hiroshima, justo debajo del cono de calor a 3,000,000 ºC? ¿O Juan Hus, que feneció en las llamas por el maligno gusto de los papas de su época, y sus cenizas fueron dispersas? El hombre está hecho fundamentalmente de células y las células son estructuras nanomoleculares complejas construidas por un, no menos complejo, sistema de información-ensamblaje. De todos modos, lo esencial es la información. Ésta está contenida en el material genético conformado por el DNA y el RNA, o ADN y ARN si les gusta la sigla en español. El DNA matriz informática básica tiene, pues, toda la información necesaria de lo que es un ser humano, y no uno cualquiera, sino cada uno en particular. Luego el cuerpo del ser humano es en esencia información. Por lo tanto, para resucitar a alguien, corporalmente digo, debe haber un almacén de su información. ¿Dónde está? No lo sé, quizás en la mente de Dios mismo.

Hasta allí lo corporal, pero ¿qué de lo no corporal? Los pensamientos, las emociones, los recuerdos. Lo que llamamos mente. ¿Es la mente una categoría supramaterial? Algunos científicos como el Dr. Camilo Llinás, colombo-americano, una autoridad mundial sobre el asunto, ha presentado varias hipótesis. ¿Dónde están archivados nuestros recuerdos? Al parecer en la maraña de neuronas que componen nuestro cerebro hay circuitos sensibles de índole nanomolecular capaces de hacerlo. Eso quiere decir que lo inmaterial de nuestro ser tiene una impronta material. Lamentablemente, no se ha podido comprobar todavía. Si esto fuera así, querría decir que lo inmaterial en nosotros es también información y por lo tanto susceptible de archivo y recuperación.

Jaime Mejía., M.D.

viernes, 30 de abril de 2010

ADEFESIO

Hay palabras que uno dice sin saber qué significan, o de dónde vienen. En Colombia decimos ¡Carajo! Carajo significa “pene”, sí ¿No le da pena? Decimos “verraco”, verraco es un marrano semental, es decir, un verraco. Decimos “pendejo”, vello púbico, no tan bello si le sale en la sopa. Una palabra que poco usamos, excepto cuando nos queremos pasar de instruidos y cultos, es "adefesio". Según el diccionario de la RAE, adefesio tiene el sentido de ridículo, falto de sentido y extravagante. Diríamos, por ejemplo, “este espectáculo es un adefesio”.

Una señora le puede decir a otra: “¿no tenías otra cosa que ponerte sino ese adefesio?”. Un amigo le diría a otro: “tu esposa es un adefesio, sin ofender ¿no?”. “¡Este informe es un adefesio!”, puede gritarte tu jefe... mientras tú mascullas pasitico “adefesio, suprogenitoraquelotuvoausté...”. Sí, adefesio es una palabra fea, para designar algo ridículo. Pero, ¿sabían ustedes que “adefesio”, en nuestro hermoso idioma castellano, viene de la voz latina “ad Ephesios”?.

El mismísimo título de la carta, o epístola, que Pablo escribiera, por si no se habían dado cuenta a los Efesios, que nosotros, los adventistas vamos a estudiar este tristre tigre trimestre. ¿Qué cómo llegó ahí? Ese es otro cuento. No se sabe a ciencia cierta. Algunos dicen que eso es porque en la carta a los Efesios están los esponsales, y las admoniciones del matrimonio, y que a eso nadie le hace caso. ¿Qué no? si yo no les hago caso me muelen a palos. Bueno, eso decía Don Miguel de Unamuno, que además de tener un apellido adefesio, logró ocupar un lugar en la literatura hispana.

¿Les cuento una anécdota de Miguel de Unamuno? Pues, el célebre filósofo y escritor español, era un enemigo acérrimo, que palabra tan bonita, de las dictaduras, así como el Polo Democrático pero más cachetudo. Pues bien, desde su cátedra le increpó al mismísimo generalísimo Franco, que Dios lo tenga en su santa gloria y nunca nos lo regrese vivito por acá, dizque con la frase “venceréis pero nunca convenceréis”, a lo que Millán Astray, uno de los militares sublevados respondió “¡Viva la muerte, muera la inteligencia!”, y a “yo” cada vez que oigo esa historia me da un ataque de risa, porque el Astray ese, era como su apellido lo indica, pero en inglés, un loco que le habían volado un ojo y un brazo en cuanta guerra se había podido meter, y no dudo que le deben haber chamuscado un buen trozo de cerebro también.

Bueno, el caso es que el existencialista Unamuno le achacó la palabra adefesio a los esponsales. Sus razones tendría. Por ahí anda una historia que adefesio nació de un equívoco sacerdote que, quien sabe que ignoto concilio, en vez de leer de la carta a los corintios le dio por leer a los efesios y que después de semejante metedura de pata se quedó la palabra por ahí, para humillación del estúp... equivocado fraile, perdón. Pero, esta teoría está descartada, no sé por qué, pero la descartaron. Seguro por ser un adefesio.

Otros, entre ellos los catedráticos de la Real Academia de la Lengua, que no es el Ministerio Femenino, no señor, aceptan la teoría de que la palabra se coló por comparación con todas las peripecias que tuvo que vivir Pablo en la ciudad de Diana o Artemisa, si les gusta, hasta el punto de que una vez estuvieron a punto de dejarlo como una paleta, o como un Bon Ice, si les parece más alegórico. Es decir, adefesio, hacía alusión a ese populacho incitado e idiota que se le sublevó a Pablo, con Cámara de Comercio y Comfenalco y todos los que vieron en peligro sus ventas de idolitos, estatuicas y relicarios de Diana, como querer quebrar a Disney, ¿se imaginan? No, cualquiera se rebota.

Por último, un filólogo del siglo XIX, de apellido Bastús, se lo achaca a un tal Hormodoro, que como su nombre lo indica era algo así como un indoro con hormigas, de las cachonas ¿no?, dizque siendo ciudadano de Éfeso fue condenado al ostracismo, por el populacho imbécil, ejem. Por eso, adefesio empezó significando, como “hablar inútilmente”, “hablar en balde”, o como dicen las esposas en Riosucio “hablarle a usté mijito es como hablarle a una estuata”.

En eso coincide un teólogo Paul Zimmerman, que no lo conoce sino la mamá en la casa (porque yo al que he oído mentar es a Arthur Zimmerman, pero por una anécdota chistosísima, ese era secretario de algo de Alemania durante la Primera Guerra Mundial y le llevó la propuesta a los mejicanos dizque para que invadieran a los Estados Unidos de América ¡Ou nou mouchus carajitous!, un adefesio, chistosísimo), quien dice que el significado de la palabra se fue degradando del sentido de “hablar de balde”, a “hablar extravagancias” o extravaganciar que llaman, y luego se le aplicó a las personas, las ropas y de ahí a las cosas. Igualito de inteligente que el primo ¿no cierto? Bueno, ahí les dejo ese adefesio, antes de que se pongan a estudiar AD EPHESIOS.


jueves, 29 de abril de 2010

SANTOS

El Shu-ching, que no es un plato de tallarines con pedacitos de roedor, es un libro chino que cuenta la historia antigua. Según él, Confucio, un sabio de elevadas normas morales, instructor de su pueblo, llegó a ser venerado por su pueblo, como un santo. Todo, gracias a las gestiones y buenos oficios de varios emperadores. Para el confucionismo, la santidad es un asunto de ética. Algo parecido, pero con un tinte más místico presentan el taoísmo de Chuang-tzu, que no es un plato de lumpias con pedacitos de cualquier cosa que ande en más de dos patas.

Todas las culturas humanas han tenido una especial fascinación por la santidad; son muchos los matices e interpretaciones de lo que significa santidad. Por ejemplo, para la religión Shinto, que venera sus antepasados, toda persona cuando muere se vuelve una especie de dios a escala, un kami (de allí se deriva la expresión kami-kaze, que se usó, por ejemplo, para denominar a los pilotos japoneses que se inmolaban con todo y aviones estrellándose contra las naves americanas, cuando no eran derribados como moscas por los cañones antiaéreos, que fue lo que le pasó a la mayoría de los kami-kaze). Un kami puede ser bueno, regular o malo, pero al fin y al cabo es un kami. El asunto está, pues, en aliarse de los kami buenos para que no lo vayan a fregar los kamis malos.

En el budismo, no se podían quedar atrás, están los arhat, que son los que han logrado salirse del samsara, o ciclo de reencarnaciones, y han entrado en el Nirvana, que no es un grupo de rock. La reencarnación funciona así: si tú eres bueno y te mueres, reencarnas en un monje, el monje tiene más posibilidades de bajarse del carrusel del samsara. Si eres malo, entonces reencarnas para atrás, o sea en un perro, una pulga, o en un funcionario público, o bien, en filtro de cigarrillo.

El hinduísmo, exige grandes cuotas de sacrificio para llegar a ser santo, el ascetismo y las proezas corporales son requisitos importantes. Eso es lo que hacen los sadhus y los yogis, que no son ositos del Yellowstone. Otra categoría son los avatara que son maestros del jet set, donde los hindúes colocan a Jesucristo. Las proezas de los sadhus son, por ejemplo, dejarse crecer las uñas hasta que se le penetren curvas en la carne, sostener un brazo en alto por años hasta que se atrofie y no se pueda mover, acostarse en una cama con clavos o darle un altoparlante a su mujer.

Los griegos tenían a los héroes, como Hércules, que hacían hazañas e igual terminaban como un Bon Ice, les hacían juegos en su honor y era muy caché hacerles estatuas y venerarlos. Tres cosas muy griegas por cierto, heredadas por la iglesia romanista. En el zoroastrismo, los fravashis se robaban el show. En el zoroastrismo existía la idea, no muy lejana de la realidad, de que había un conflicto cósmico en el que nosotros estábamos involucrados como un ratón en medio de perro y gato. Por un lado, los buenos con Ahura Mazda, que no es una marca de carro, y por el otro Ahriman. Los fravashis eran los tipos de la película.

En el judaísmo en cambio no había esta cosita. Claro que se exaltaba la condición de “justo”. Sin veneración, sólo como ejemplo, para las generaciones futuras. Luego vino el hasidismo con la influencia helenística y el nuevo hasidismo de la ortodoxia del siglo XVIII. Pero, la corriente original no tenía esa cosita de andar venerando santitos.

En el Cristianismo pasó algo curioso. Los mártires, que significa testigos, son aquellos que dieron su vida por la causa. Eran tenidos en gran estima. Natural. Su ejemplo como digno de imitar. Cuando la idea de la inmortalidad del alma cundió como candela en estopa, no era difícil, se juntaron los ingredientes necesarios para revivir la veneración pública de la gente “buena”, o “santos”. A eso se sumó la interpretación mística de la vida cristiana y luego póngale el ingrediente de las imágenes y ya tiene usted todo el panorama de la idolatría colándose por la puerta de atrás.

Es que el diablo es muy astuto ¿No mijo? Por allá en el año 993 AD se canonizó formalmente el primer santo de la Iglesia Romana. Se trató de San Ulrico de Augsburgo, lo conocía la mamá y el tendero de la cuadra. El asunto de ser santo se volvió un proceso administrado por la Iglesia. Ahora sólo el papa y sus secuaces podían decir quién era santo y ser santo se convirtió como en un cargo público. Este papa, Juan XV, le tocó vivir en una turbulenta época, al punto que, al parecer, estuvo involucrado en el asesinato de sus predecesores Juan XIV y Benedicto VI, diez Benedictos antes del hoy papa -Heil Hitler- Benedicto XVI. En realidad el asesino fue el papa Bonifacio VII, a quien también le mandaron la pelona.

El caso es que, en medio de este mar de asesinatos, surgió el proceso de canonización, que es como se llama al proceso que tiene montado la Iglesia Romana para declarar a alguien santo. Esto se fue puliendo, puliendo, hasta que lo perfeccionó el más arrogante de todos los papas, Gregorio IX, en el siglo XIII, el mismísimo de los “dictatus papae”, que no es una receta de cocina, y le agregó otras bellezas. Por ejemplo, antes de alguien sea santo, primero hay que beatificarlo. Mejor dicho, la gente empieza a “cogerle fe” a un muertito, y que tan bueno que era, y que yo le tengo devoción, y que daba limosna y que cargaba la estuata de la Santa Patrona y que no le fue infiel a su mujer sino tres veces, en fin. Luego se forma una caterva de idólatras desocupados, que en lugar de orar a Dios y obedecerle, prefieren hacer lobby por intermedio de otros, que como ya están muertos, están, supuestamente, más cerca de Dios, o de la Virgen, que es más querida.

Entonces, la Iglesia Romana, en vez de corregir a todo ese poco de gente estúpida, les dice: cómo no mijitos vengan p’acá, les beatifico su muertito, por una módica suma. Pero el muertito tiene que haber vivido una vida “santa”, y valen cosas como no casarse, lacerarse con un clavo, o pasar por Mimo’s sin pedir uno de pistacho. Además, tiene que haber hecho algún milagrito, como sanar un enfermo, hacer llover, o hacer que los semáforos de la quinta funcionen. Entonces, el papa con sus secuaces lo beatifican, y ya se pueden vender estampitas, estatuitas, y reliquias. Eso es lo mejor. Entonces, aparece una uña del muertito en Pereira y le hacemos una catedral a la uña, y luego aparece el mugre de la uña y le hacemos una catedral en Pacho, Cundinamarca, luego le ponemos unas festividades y listo. Pero todavía no es santo, es beato Fulano, que es como ser vicepresidente: puro tilín tilín.

Entonces, después de que se vea que el negocio está bueno, que tiene muchos adeptos y adeptas, se lo adopta como Santo. Pongan cuidado en esto: si el proceso de hacer a un Bon Ice beato se llama beatificación, ¿cómo se debería llamar el proceso de hacerlo santo? ¿Ah? “santificación”, pero eso no es así, se le llama “canonización”, que no es ponerlo a uno en un cañón y lanzarlo por los cielos, aunque la alegoría es buena. Canonización significa, poderlo entrar en el canon, o sea en la norma eclesiástica y se lo mete en el calendario o santoral que es una de las formas como el papa-diablo cambió los tiempos y la ley.

Por eso los mejicanos celebran el día de su santo, como dice en las Mañanitas, porque ellos, orgullosos, no cantan el gringo “Happy Birthday To You”. Por eso hay tanto viejito por ahí con unos nombres nauseabundos, porque si nacía tal fecha le ponían el nombre del santo de esa fecha, y si usted estaba de malas le caía San Anacleto, ¡Puaj! ¿Saben por qué se prefirió canonizar y no “santificar”? Porque si los romanistas le hubieran puesto “santificación” al proceso muchos católicos sinceros se hubieran dado cuenta inmediatamente de la patraña. Porque la palabra santificación es de alto calibre en la doctrina bíblica.

La santificación bíblica parte de la aceptación del llamado. Parte de la conversión, recorre el camino del perdón y el arrepentimiento. Viaja por la senda de la justificación por la fe, recorre las murallas de la obediencia. Por eso cuando Pablo, lo mismo que otros autores del NT, dice “santos” a los creyentes, derrumba de un tajo toda la estructura satánica de la beatificación católica y los ascetas de las religiones orientales, entre los cuales no hay casi ninguna diferencia. En ese sentido, aunque tropecemos en el camino, y Dios puede lograr que no lo hagamos, seguiremos siendo sus “santos”, mientras en nosotros esté vivo el llamado de Aquel que nos amó. Dios nos ha escogido santos, no necesitamos que ningún puñetero papa nos lo diga.

Jaime Mejía, M.D.

miércoles, 17 de marzo de 2010

DíA DE LA EXPIACIÓN

En la introducción de la lección de esta semana se nos presenta el triste destino de Dietrich Bonhoeffer. Este teólogo alemán, de donde debieran ser todos los teólogos, tiene una simpática historia que contar, bueno, excepto la parte de la ejecución sumaria que cegó su vida, episodio un poco jarto. Este Dietrich Bonhoeffer fue un líder religioso de posiciones radicales en el terreno de la ética secular.

¿Qué quiere decir eso? Es tratar de resolver el intrincado acertijo de hasta dónde llega el “mundo” mundano y el mundo del cristiano. ¿Qué tanto nos debemos involucrar? Muchos creen que abogó por una secularización ecuménica de la cristiandad, yo creo que la explicación es más simple: le tocó vivir el experimento satánico Nazi. El nacionalsocialismo fue un ensayito no más de lo que el diablo tiene pensado para el futuro. Demostró con creces que la nación de hombres como Goethe, Bach, Kant y Lutero, la nación de las letras, de la filosofía, de la música, la cuna de la reforma del siglo XVI, la nación civilizada por excelencia, podía convertirse en una caterva de asesinos sin conciencia, sólo con unos pocos ingredientes: miedo, crisis económica y sentimientos de superioridad. No que todos los alemanes hayan participado de semejante atrocidad, pero de una u otra forma fueron víctimas y victimarios a la vez.

Delante de sus propios ingenuos y arios olfatos se gestó el peor de todos los genocidios, bueno, sin tener en cuenta el de Stalin, y el de los papas que se llevan los laureles, podría quedar en un honroso tercer lugar, medalla de bronce. Pero la vena rebelde de Dietrich no era gratuita, ni había surgido por generación espontánea como los mocos congelados en la nariz de un esquimal, no. El papá de Dietrich, Karl –todo alemán que se respete debe tener un Karl en la familia, como en Pereira tener un Jhon Jairo (sí, con la h después de la jota), era un neuropsiquiatra, o sea que era neurólogo y psiquiatra. No es que se pudieran pagar dos especializaciones en esos días, sino que eran más cortas y no había ICETEX –todavía no han aparecido los ginecopsiquiatras, tan necesarios que son.

Decía, que era neuropsiquiatra y que fue un abanderado de la lucha contra el plan T4 de Hitler. ¿Quieren saber que era eso de T4? Se van de espaldas. Ese era el programa de eutanasia programada del partido Nazi. Se llamaba T4 porque era uno de los programas de mostrar de los nazis, cuya cancillería quedaba en la Tiergartenstrasse 4. Según esta belleza de programa, era digno de la Alemania aria. Así como el negrito ciego del alcalde de Cali hizo un programa dizque de desayunito para las escuelas, los arios se jalaron este programononón que consistía en pasar al papayo, por pura “misericordia” a las personas "no-adecuadas "para vivir, eutanasia T4. Es decir, los desahuciados, los viejos pedorros, los terminales, los niños con síndromes raros, etc., etc., etc.

El programa empezó en Septiembre de 1939, justo cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Los médicos pasaron de ser guardianes de la salud, a ser matarifes del Estado. En realidad los argumentos éticos y pseudocientíficos de estos asesinos, sólo disfrazaban la razón básica de estas muertes: la productividad económica. Por eso usaban términos como “vidas onerosas” o “comensales inútiles” para describir a sus víctimas. Me acordé de una escena del libro Of Men and Mice de John Steinbeck, en la que un trabajador itiniterante, ya viejo, deja que otro mate a su perro, igualmente viejo, porque ya estaba viejo y cansado... lo mismo que él; es un momento de esos de la literatura que no se le salen a uno de la cabeza. Los métodos que usaban para matar eran la inanición, la inyección letal y nomelodigan la asfixia con cámaras de gas. Habían 6 lugares en Alemania para “invitar” a los no-útiles para pasar una fiestecita sorpresa. Uno de ellos era Brandemburgo. Ni pensar que Bach hiciera una colección de conciertos hermosos llamados los Brandemburgueses. Si no los han oído, no saben de lo que se han perdido. Al ministro de salud de Bavaria –no la cervecería de Julio Mario, sino la de verdacita- se le ocurrió la brillante idea de que también cabían en la definición de terminales, los que tenían alguna chaveta suelta o enfermos mentales y por su puesto, se podían encimar los retardaditos en paquetes de a media docena. Y así se hizo.

Luego todo este aparataje ideológico y técnico, fue trasladado hacia definiciones más acomodadas como la forma de la nariz, las cejas, el color de la piel... Por ahí derecho acomodaron a los gitanos, judíos y cualquier otro que no fuera ario puritopuritopurito. Y mientras la mayor parte de los cristianos organizados en iglesias se quedaron calladitos, como si estuvieran viendo una polilla bailando alrededor de un mata polillas eléctrico, el hijo de Karl, no. Había estudiado con Karl Barth –no confundirlo con Bart Simpson – pasó por Tübingen y por Berlín, y se unieron en el proyecto de la Bekennende Kirche, la Iglesia Confesional que se oponía a los principios nazis de superioridad racial e intolerancia, sólo con Biblias y unas ganas enormes de libertad. Los nazis habían logrado aprovecharse del vínculo tradicional que han tenido la iglesia y el estado en Alemania. Y lograron el apoyo de los llamados Cristianos Alemanes.

En el sínodo de Barmen, los “rebeldes” de la Bekennende Kirche, sentaron bases y desde entonces hubo una resistencia fortísima en Alemania en contra del régimen totalitario de Hitler. Se opusieron a la persecución a los judíos y la eutanasia del plan T4. Los argumentos Barthianos y Bonhoefferianos: la luz de la doctrina y la libertad del hombre. Estos teólogos establecieron principios para una nueva teología social, ortodoxa –enemigos de la “gracia barata” así como mi primo Josué Hernán- pero a la vez humana. El complot para derrocar a Hitler y el fallido intento de asesinarlo, de alguna manera fueron buenas excusas para acabar con la vida de un contradictor incómodo para Hitler y para el diablo, por supuesto. ¿Qué por qué les cuento esto? El orden del juicio es muy claro: juzga Dios, juzgan los ángeles, juzgan los seres de otros mundos. Nuestra hora de juzgar no ha llegado, pero sí la hora de ser juzgados.

Miren que fácil se deslizan los juicios humanos: Inocencio III empezó persiguiendo musulmanes y terminó persiguiendo albigenses cristianos. Hitler comenzó con un plan “misericordioso” de eutanasia y luego arrasó con 6 millones de civiles judíos. Los protestantes americanos están extendiendo la mano a través del abismo, las guerras preventivas están de moda. ¿Trata de definir terrorista? Cualquier contradictor puede terminar siendo tildado de terrorista. El mundo se está cocinando y listo para la mesa. ¿Quién puede ser más terrorista que un alucinado anunciando que el fin está cerca, que el juicio ha llegado, que el papa es una bestia y que la imagen de la bestia se está construyendo en los mismísimos patios de la Casa Blanca, con una amenaza en ciernes como nunca antes contra la Constitución Americana y un deseo enorme de “purificación”?

Al fin y al cabo la historia siempre se repite.

JIM

sábado, 9 de enero de 2010

Agarrate bien del tablón

Un niñito y su padre estaban paseando en un barquito cerca de la costa de California. De repente se levantó una tormenta y el barco zozobró. Ambos se agarraron de un tablón e hicieron el intento de salvarse nadando y empujándolo delante de si. Después de un gran esfuerzo, el padre se dio cuenta de que con el tablón y el muchacho le era imposible llegar a la playa. Entonces dijo a su hijo:

“Te quedas aquí. Agárrate bien del tablón. Me voy por ayuda y regreso por ti. Pero por nada, sueltes el tablón.” El angustiado padre se dirigió a la playa. Era largo el trayecto y sumamente agotador. Una que otra vez antes de desaparecer en la distancia, se detenía para saludar al hijo, y el niño agarrando bien el tablón con una manita, devolvía el saludo.

Estaba por caer la noche cuando el padre, ya casi completamente agotado, llegó a la playa. Tan pronto como llegó, pidió auxilio y los guardacostas se preparon para el rescate, entró plenam ente la noche. Sin embargo se entregaron al trabajo. El esfuerzo de encontrar al perdido se prolongó durante toda la noche pero el intento fue en vano.

Por fin rayó el alba y el día comenzó a aclarar. Vieron en el horizonte un puntito negro. Era el niño. Al acercarse le vieron agarrándose del tablón y el capitán le oyó cantar. Cuando le subieron sobre cubierta le preguntó:
“¿Porqué cantabas? ¿No tuviste miedo?” El niño contesto:
“¿Porqué tener miedo? Papá me aseguró que regresaría por mí y yo confiaba en él. Me dijo solamente que me agarrara del tablón.”

El capitán lloró al ver la confianza sencilla del muchacho. Jesús nos mandó, “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Nos contó que se iba para preparar un lugar para nosotros y vendría para llevarnos a la gloria. Tal como el niño que se agarró del tablón, agarrémonos de la promesa de nuestro Salvador. Confiando, también podemos cantar aún.

jueves, 9 de octubre de 2008

y por fin...el Yom Kippur


"Gmar jativá tová" es el saludo en hebreo que idiomáticamente significa algo así como "que seas inscrito en el Libro de la Vida". Literalmente sería, "un buen sellamiento final". Claro que, éste es un saludo más propio del Rosh Hashanah.

El Yom Kippur o día de la expiación, comienza el décimo día del séptimo mes (Tishrei). Durante los diez días que lo preceden ("Días de Penitencia"), el Libro de la Vida está abierto y se decide quién vivirá y quién morirá el año próximo. Al final de los 10 días, en el Yom Kippur, el libro se cierra y si usted está en él, tiene otro año. Si no, no. Es como pensar en el Niño Dios que trae recompensas para todos, pero con consecuencias más severas. Durante este período de introspección que mencioné en el artículo anterior, se debe realizar un serio examen de conciencia (teshuvah).

Yo no soy judío, pero hay varias cosas que me gustan del judaísmo. Una de ellas, es que no hay pecado original -uno nace bastante OK y a partir de ahí, tarde o temprano la embarra. Claro que, en el judaísmo nadie muere por los pecados de nadie, lo cual es bíblico (Ezequiel 18:20). Por eso el hecho de que Cristo haya ofrecido su vida por nosotros es una muestra de su amor infinito. Él no necesitaba hacerlo. Lo hizo porque le dolió en el corazón la separación causada por nuestros pecados. Murió por todos nosotros.

La expiación significa entonces, que Dios derrama su misericordia en la persona de su Hijo Jesucristo y en su muerte todos somos vivificados. Nos redime para la eternidad. Ya nadie tiene que vérselas solo frente el Padre en un juicio que tiene perdido, sino que está representado por un garante perfecto: el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, quien ofreció su vida una vez y para siempre en la cruz del Calvario. Hoy a la puesta de sol, sonaré mi shofar para indicar que termina el Yom Kippur. Dios me habrá perdonado si acepto a Jesucristo y creo en él. Y eso es exactamente lo que voy a hacer.

Y usted... ¿qué va a hacer?

Rosh Hashanah


Aunque el primer mes del año es Nisán (recordemos que en la Biblia no aparece ese nombre sino que se alude a él como el mes donde se debe celebrar la pascua), Rosh Hashanah, que significa literalmente "la cabeza del año", es celebrada por los judíos el primer día de Tishrei (el séptimo mes). Ésa es la fecha de año nuevo para ellos y para subrayar su importancia, lo celebran durante dos solemnes días. Es curioso recordar que en el mundo cristiano se subrayan los dos primeros días del año con sendas borracheras.

El Rosh hashanah y el Yom Kippur son las dos celebraciones más solemnes del año. No están relacionadas con ningún evento histórico; son de carácter estrictamente religioso. Dios las ordenó. Es más, en ambas ocasiones ordenó que se tocara el shofar (especie de trompeta hecha con el cuerno de un antílope u otro animal parecido), quizá el instrumento musical más antigüo de la humanidad, todavía en uso. Es milenaria la vaina!

Reitero, aunque en la Biblia no se considera este día como el comienzo del año, sí se lo menciona como un día de seria introspección y remembranza. El significado del Rosh Hashanah es también el de Día del Juicio (como dirían los niños sacudiendo la manito: el día de "picho pacho"). Durante el año, Dios juzga a todos los seres humanos y en el Rosh Hasahanah, decide si merecen ser inscritos en El Libro de la Vida o no. Aquéllos que son inscritos en dicho libro, son recompensados con un nuevo año de felicidad.

Advertencia: después de Rosh Hashanah, hay diez días más en los cuales una persona puede cambiar su comportamiento lo suficiente como para que el Señor cambie su decisión inicial. Eso en cristiano significa (antes de que mi hermano Josué brinque), que acepte a Jesús como su único Salvador posible. El sonido del shofar entonces, marca el comienzo de un período de 10 días en el que todos deben practicar un severo autoexamen de conciencia que los conduzca al arrepentimiento por los pecados cometidos en ese año (y antes también). Ese autoexamen es lo que los judíos llaman el Teshuvah, pero ése es otro fascinante tema del que hablaré más adelante. El período de 10 días finaliza y "empata" con el Yom Kippur.

Ahí vamos.